Un eucalipto que huele a eucalipto solo por un lado
Una
mutación es un cambio en la
información genética de un ser vivo, es decir, una alteración en
su molécula de ADN. En algunos casos estos cambios en el ADN pueden
dar lugar a alteraciones en alguna característica del ser vivo, pero
no siempre es así, ya que en muchos casos los cambios en el ADN no
tienen consecuencias. En este caso se habla de mutaciones
silenciosas.
Las
mutaciones pueden producirse en cualquier célula de un organismo y
cada vez que esta célula se divida transmitirá la mutación a sus
células hijas. En ciertas ocasiones las nuevas mutaciones pueden
transmitirse a la descendencia. Para que ello ocurra, la mutación
ha de producirse en células de la línea germinal, es decir, en una
célula que lleve a la producción de gametos, es decir, de células
sexuales. En el caso de animales, los gametos serían el
espermatozoide y el óvulo, y en el caso de las plantas el polen y
los óvulos. Pero.. ¿Qué ocurre si la mutación no se produce en
una célula de la línea germinal? Pues que una parte del organismo
tendrá unas características diferentes a las del resto. Es lo que
se conoce como mutaciones somáticas, y, como los organismos
resultantes son una mezcla de células con diferentes genes, se les
conoce como individuos mosaico. En el supuesto de que la mutación se
hubiera dado después de la primera división del cigoto (en estado
de dos células), la mitad de las células del individuo adulto
tendrían un genotipo y la otra mitad otro distinto.
Lo
dicho anteriormente es igualmente aplicable a animales y a plantas.
Sin embargo, animales y plantas tiene una diferencia importante en
cuanto a la posibilidad de transmitir mutaciones a la descendencia y
es que el número de divisiones celulares que separan al zigoto de
los gametos es mucho mayor en las plantas que en los animales y, por
tanto, la posibilidad de que exista una mutación transmitirle a la
siguiente generación es mayor en las plantas que en los animales. Me
explico mejor. En un embrión animal, por ejemplo, en un embrión
humano, la zona que dará lugar a los órganos sexuales se
diferencian muy pronto. Así, ya es posible distinguir el sexo de un
embrión humano a la cinco semanas. Esto quiere decir que el número
de divisiones celulares que separan el zigoto de las células
productoras de gametos es relativamente pequeña. El zigoto es la
célula producto de la unión de un espermatozoide y de un óvulo, y
el gameto es bien el espermatozoide o bien el óvulo. En cambio, en
el caso de las plantas, el número de divisiones que separan ambos
tipos de células es mucho mayor. Pensemos en, por ejemplo, una
margarita. El óvulo sería la célula que da lugar a la semilla.
Esta semilla ha de germinar, crecer, dar un tallo y es en el extremo
del tallo en el que se forman el polen y los óvulos. Es decir, que
el número de divisiones celulares que separan una generación de la
siguiente es muy grande, y cuanto más grande es, más probabilidades
hay de que padezcan una mutación que se transmita a la descendencia.
Y si esto es así en una margarita, pensemos lo que puede ocurrir con
un árbol de metros de altura... Además, en los animales la
producción de gametos se concentra en unos pocos órganos sexuales
mientras que en las plantas se reparte entre sus flores, que en
algunos casos pueden ser cientos o miles por individuo. Pensemos por
ejemplo en una mimosa repleta de flores amarillas.
En
un trabajo recientemente publicado en la revista BMC Plant Biology,
investigadores de la universidad de Nueva
Gales del Sur, en Australia, dirigidos por Carsten Külheim han
estudiado la incidencia de las mutaciones en un árbol de eucalipto
muy particular. La historia partió de una observación realizada
hace unos 20 años. Un eucalipto de unos 75 años de edad, localizado
en los alrededores de la Facultad de Biología sufrió un ataque de
insectos muy severo de manera que hizo que prácticamente perdiera
todas sus hojas. ¿Todas? ¡No! Hubo una rama que conservó todas sus
hojas prácticamente intactas. Posteriormente, todo el árbol se
recuperó del ataque y recobró las hojas en todas sus ramas. Las
hojas de eucalipto poseen unos aceites de característico olor, que
es un desinfectante natural y que repele a los insectos. Al examinar
en detalle las hojas del árbol, los investigadores descubrieron que
las hojas de la rama resistente tenían un olor diferente al de las
que habían sucumbido al ataque de los insectos.
El
equipo de investigación
recogió
hojas
de
diferentes ramas del árbol, incluyendo la que había sobrevivido al
ataque, y secuenció sus genes, observándose que la rama que había
sobrevivido contenía 10 mutaciones en genes que determinan la
síntesis de los compuestos aromáticos de defensa. Como
consecuencia, la composición en aceites aromáticos de las hojas de
esa rama era diferente a las del resto del árbol, cambiando su olor
y explicando por qué no habían sido atacadas. Las hojas de la parte
del árbol que no fueron consumidas por los insectos tenían un olor
fuerte a eucalipto mientras que las hojas que eran atractivas para
los insectos tenían un fuerte olor floral. Curiosamente, parece que
los koalas tienen un gusto similar al de los insectos, alimentándose
especialmente de las hojas de olor floral. Estos resultados indican
que la existencia de mosaicos genéticos como éste en plantas es más
frecuente de lo que pensamos. Estos árboles mosaico proporcionan una
oportunidad única para explorar la biosíntesis y regulación
genética de la composición química del follaje.
La
existencia de este tipo de plantas mosaico plantea un problema cuando
tratamos de aplicar la teoría Darwiniana de la evolución. La teoría
de la selección natural defiende que los individuos mejor adaptados
al medio son los que sobreviven y dan lugar a la siguiente
generación. Es decir, aquellos individuos que tienen las mejores
combinaciones de genes son los que sobreviven y se reproducen en
mayor cantidad. El problema radica en que en un árbol mosaico el
concepto de individuo no es tan fácil de definir puesto que dentro
de un un mismo árbol existen partes que tiene dotaciones genéticas
diferentes a las del resto del individuo. Es decir, que dentro de una
planta puede ser que la hojas tengan una combinación de genes
diferente a la de las flores, flores que producirán las semillas que
serán las que den lugar a la siguiente generación. Es decir, que en
este caso los individuos de la siguiente generación no
necesariamente serán los que tengan las mejores combinaciones de
genes.
Aunque
sin saber su base biológica, los agricultores han aprovechado esta
variabilidad desde muy antiguo para seleccionar variedades, por
ejemplo, de árboles frutales con características distintivas.
Cuando un agricultor se daba cuenta de que una de las ramas de uno de
sus árboles producía una fruta con unas características diferentes
a las del resto del árbol, recogía las semillas de esos frutos y
las sembraba o bien, cortaba esa rama y la injertaba en otro árbol
para conservar y reproducir esa mutación. Este es el origen de, por
ejemplo, el melocotón paraguayo o de la manzana starking.
Podcast fascinación por las plantas
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