Las flores poseen campos eléctricos que atraen a los insectos

El impacto de las señales florales en el comportamiento de los insectos polinizadores ya fue observado por Aristóteles y hasta hace poco tiempo se había pensado que eran el olor y los colores los factores que atraían a estos insectos a las flores. Hoy sabemos que hay otros factores que también influyen como la textura de los pétalos, los cambios en la humedad del aire, o la iridiscencia, es decir, el cambio en la tonalidad de una superficie según el ángulo de observación. De hecho, cada vez queda más claro que las flores utilizan más de una señal para atraer a los insectos.

Recientemente, se ha añadido una nueva señal de atracción a la lista. Científicos de la Universidad de Bristol dirigidos por el Profesor Daniel Robert han descubierto que las flores son capaces de producir campos eléctricos que los abejorros son capaces de detectar. Los resultados indican que los campos eléctricos de las flores mejoran la capacidad de las abejas para discriminar entre diferentes flores.

La influencia de las cargas eléctricas en la polinización era ya algo conocido. Los insectos voladores, entre ellos los polinizadores, como las abejas, por lo general poseen un potencial eléctrico positivo. A la inversa, las flores a menudo exhiben un potencial eléctrico negativo. Los campos eléctricos que surgen debido a esta diferencia de potencial entre flores e insectos promueven la transferencia y adhesión del polen al insecto en distancias cortas. 
 

 
Lo que se ha descubierto ahora es que estas diferencias en el potencial eléctrico también pueden servir como señales de atracción. El profesor Robert y su equipo diseñaron flores falsas que podían someter a diferentes campos eléctricos. En cajas de experimentación se colocaban dos de estas flores artificiales. Una de ellas estaba cargada positivamente y contenía un pequeño recipiente con una solución de azúcar. La otra estaba cargada negativamente y contenía en su recipiente una solución de quinina, una sustancia amargante. En estas cajas se fueron soltando abejorros que acudían a las flores artificiales. A cada abejorro se le permitían 50 visitas. Los resultados indicaron que las 10 últimas visitas de cada abejorro fueron únicamente a las flores que contenían soluciones de azúcar, por tanto, cargadas positivamente. Como control, se realizó el mismo experimento pero sin que las flores estuvieran cargas eléctricamente, y en este caso los abejorros acudían al azar a una u otra flor, demostrando que no era el olor del azúcar o de la quinina el que los guiaba.

Estos resultados plantean una pregunta: ¿Cómo producen las flores, y las plantas en general, campos eléctricos? La respuesta es que no las producen ellas. Las plantas están conectadas con el suelo a través de sus tallos y raíces. Esta conexión las mantiene con un potencial eléctrico cercano al existente en el suelo. En cambio, en el aire, el potencial eléctrico suele ser diferente al del suelo, de manera que en una planta de 30 centímetros de altura, la diferencia de potencial entre la parte superior de la planta y el aire que la rodea puede ser de unos 30 voltios, un campo eléctrico moderado. Además, la morfología de la flor determina la geometría del campo eléctrico producido.

Cada vez que la flor es visitada por un insecto, el potencial eléctrico se reduce. Estos cambios producidos en respuesta a las visitas de los polinizadores eran ya conocidos en otros tipos de señales. Por ejemplo, el olor, el color, o la humedad de las flores se reducen cuando ya han sido visitadas por insectos polinizadores, pero estos cambios son lentos y llevan horas o días. En comparación, los cambios en el potencial eléctrico son muy rápidos, del orden de milisegundos, permitiendo a las abejas discriminar de manera muy precisa que flores vale la pena visitar y cuales no. Dicho de otra manera, estas pequeñas cargas eléctricas pueden transmitir a la abeja la información de si alguna otra abeja ya ha pasado por allí y, por tanto, del estado de sus reservas de néctar y de polen. Por lo tanto, la detección de campo eléctrico constituye una modalidad sensorial potencialmente importante, que debería considerarse junto con la visión y el olfato en las interacciones planta-insecto.

Ahora bien ¿Cómo detectan las abejas los campos eléctricos? En este momento los investigadores desconocen cómo la respuesta. Se especula sobre la posibilidad de que la vellosidad abejas reaccione de alguna manera a la energía electroestática en torno a las flores. Esperamos que la respuesta no tarde en llegar.


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