De la madera al fin del petróleo

La lignina es un polímero presente en las paredes celulares de las plantas formado por compuestos aromáticos derivados de azúcares que se enlazan en moléculas muy largas y más o menos ramificadas según la especie y el órgano de la planta. La lignina es el principal componente de la madera y, de hecho, su nombre deriva de la palabra latina “lignum”, que significa madera. Las fibras de lignina es lo que le proporciona la dureza a los troncos, y el grado de ramificación determina la mayor o menos flexibilidad. Además de una función mecánica, se sostén, la lignina también protege a las células vegetales frente al ataque de patógenos.
La lignina no es soluble en agua ni tampoco en soluciones ácidas, como los jugos gástricos, y, además, las bacterias de nuestros intestinos no son capaces de digerirla, por lo que pasa por el intestino sin ser absorbida. Esta resistencia a la degradación puede ser muy útil para prevenir el estreñimiento, pero no lo es tanto cuando de lo que se trata es de sintetizar biocombustibles a partir de materia vegetal.
Un biocombustible es una mezcla de compuestos químicos derivados de materia recientemente viva y que se utiliza como combustible en los motores de combustión interna. Digo recientemente viva porque en realidad el petróleo también proviene de materia viva, de algas concretamente, aunque en este caso murieron hace millones de años.
Una manera relativamente fácil de producir biocombustibles es utilizar la llamada fermentación alcohólica, que consiste en convertir azúcares más o menos complejos en alcoholes, que pueden ser utilizados como biocombustibles. El proceso es relativamente simple, de hecho, es similar al que se utiliza para fabricar vino o cerveza, por ejemplo, pero tiene un problema y es que los azúcares suelen ser una de las partes de las plantas que más nos interesan para utilizarlas como alimento, por lo que su utilización como fuente de combustibles podría competir con la producción de alimentos. Una solución sería utilizar otras partes de las plantas que no sean azúcares, como por ejemplo, la lignina. El problema es que la lignina es difícil de digerir y difícil de fermentar, ya que no está formada por azúcares sino por compuestos aromáticos. Por es un viejo dicho en la industria de los combustibles afirma que “Se puede hacer cualquier cosa a partir de lignina excepto dinero”.
Sin embargo algunos hongos y bacterias son capaces de digerir la lignina, y son los responsables de la putrefacción de la madera. Estos microorganismos secretan unas enzimas que pueden romper la lignina y transformarla en componentes más simples, que luego absorben y transforman en azúcares. Claro que esto lo hacen muy lentamente.
Científicos estadounidenses han publicado recientemente en la revista PNAS un método que podría permitir que finalmente de la lignina se pudiera producir dinero. Se basan en las rutas de degradación de uno de los microorganismos capaces de degradar la lignina, concretamente una cepa de la bacteria Pseudomonas putida. Los enzimas secretados por esta bacteria degradan la lignina y producen compuestos más simples y fermentables de una manera bastante eficaz, sobre todo cuando se sitúan en condiciones óptimas, que es lo que han determinado en este estudio. Concretamente, se han hecho ensayos piloto a mediana escala y han demostrado que, en las condiciones adecuadas, la degradación es suficientemente eficiente para ser rentable.
Obviamente, estos ensayos ahora hay que traspasarlos a escala industrial manteniendo la eficacia, pero si tenemos en cuenta que la lignina es el segundo compuesto orgánico más abundante de la tierra después de la celulosa y que es un residuo de muchos procesos agrícolas e industriales, este trabajo quizás represente el primer paso en la desaparición del petróleo como combustible. Ojalá sea así.






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