Eucaliptos dorados y gigantes con pies de barro
 
Cada vez resulta más difícil encontrar nuevos yacimientos de oro. Los descubrimientos de nuevos yacimientos de oro han disminuido en un 45% durante los últimos 10 años. Los buscadores de oro necesitan encontrar nuevas maneras de descubrir el oro en depósitos cada vez más difíciles y ocultos bajo los sedimentos. Una de estas nuevas técnicas podría aprovechar la capacidad de las plantas para absorber los minerales del suelo y acumularlos en sus tejidos como hojas o tallos. En teoría, si un árbol crece en un suelo que contiene oro, éste podría ser absorbido por sus raíces y acumulado en sus hojas o tallos, de manera que si se analizaran estos tejidos podrían detectarse los yacimientos de oro sin tener que usar ni una pala ni una excavadora, simplemente arrancando unas cuantas hojas y analizándolas. Aunque hoy en día no cabe ninguna duda de que las plantas son capaces de absorber oro por sus raíces, el problema es que las cantidades de oro que pueden llegarse a acumular en las plantas es extremadamente baja, del orden de 1 parte por billón, lo cual precisa de aparatos de detección muy sensible y con una posibilidad de error bastante grande. Así pues, los intrépidos buscadores de oro son reticentes a abrazar esta nueva técnica. Esto podría cambiar gracias al trabajo de algunos investigadores australianos. En una reciente publicación en la revista Nature Communications investigadores de este país han descubierto que los árboles de eucalipto en la región de Kalgoorlie, en Australia Occidental, son capaces de acumular oro en sus hojas en cantidades de hasta 80 partes por billón. Esta es una cantidad muy pequeña, que difícilmente podrá desencadenar una nueva fiebre del oro ya que  las “pepitas” son alrededor de un quinto del diámetro de un cabello humano. Sin embargo, esta cantidad podría proporcionar una oportunidad para la exploración mineral del oro, ya que las hojas de los árboles podrían indicar depósitos de mineral de oro enterrados hasta decenas de metros bajo tierra y bajo los sedimentos que son de hasta 60 millones de años. Es decir, las hojas podrían usarse en combinación con otras herramientas como la más rentable y ecológica técnica de exploración mineral. Mediante el muestreo y el análisis de la vegetación en busca de rastros de minerales, podemos tener una idea de lo que está sucediendo debajo de la superficie, sin la necesidad de perforar. Es una forma más específica de búsqueda de minerales que reduce los costos y el impacto sobre el medio ambiente. Los árboles de eucalipto son tan comunes que esta técnica podría ser ámpliamente aplicada a toda Australia. También se podría utilizar para encontrar otros metales como el zinc y el cobre. El equipo de investigación fue capaz de localizar y ver el oro en las hojas mediante diversas técnicas físicas. Particularmente el Sincrotrón produce imágenes que muestran el oro, que de otro modo habría sido imposible de rastrear. Las avanzadas imágenes de rayos X permitieron a los investigadores examinar las hojas y producir imágenes claras de los rastros de oro y otros metales ubicados dentro de su estructura.

Ante estos resultados se me planteó una pregunta. ¿Hasta qué profundidad crecen las raíces de las plantas? Obviamente, dependerá del tipo de planta y del tipo de suelo. En el caso de hierbas y arbustos pequeños, por regla general, las raíces suelen crecer unos 60 centímetros en profundidad y luego empiezan a crecer en horizontal. En los cultivos anuales la profundidad máxima media es de unos 2 metros. Sin embargo, existen algunos árboles capaces de excavar el suelo como si fueran tuneladoras. El récord registrado hasta la actualidad pertenece al árbol de los pastores (Boscia albitrunca), un árbol que crece en una amplia región árida de África del Sur, que incluye el desierto de Kalahari, donde se han encontrado raíces creciendo hasta una profundidad de 68 metros. También alcanzan más de 60 metros una especie de enebro que crece en Colorado (Juniperus monosperma), una acacia también del desierto de Kalahari (Acacia Erioloba) y el Eucalipto australiano, que llega a alcanzar los 61 metros. Curiosamente, los árboles más altos del mundo, las secuoyas, que alcanzan hasta 80 metros de altura, tienen, sin embargo, unas raíces muy poco profundas. Aunque las raíces de las secoyas pueden medir 30 metros de longitud, en cambio son muy poco profundas, alrededor de 1 metro solamente y sin una raíz central. ¿Cómo pueden entonces aguantarse de pie semejantes gigantes con pies de barro? El método es maravillosamente sencillo, usan el poder del grupo, enlazándose unas con otras para soportar el peso en común. Por eso, las secuoyas gigantes solamente pueden existir si crecen en grupo. Si se cultivan de manera aislada en un jardín alcanzan como máximo unos treinta metros de altura. Se ha comprobado que, en condiciones naturales, las secoyas gigantes nunca mueren por enfermedades o por plagas sino que mueren al ser tumbadas por el viento. Esta tendencia al soporte mutuo de las secuoyas llega en ocasiones a extremos impensable. Si las secuoyas crecen muy juntas las raíces se presionan tanto unas a las otras que se funden entre sí, compartiendo sus tejidos internos. Esto se ha podido comprobar inyectando líquidos marcados en una secuoya y siendo detectado en algunas de sus vecinas. En ocasiones, llegan también a fusionarse los troncos, aunque solamente en su parte más basal.



Comentarios

  1. Muy interesante. Compartimos afición. Yo en Elche (Alicante) presentamos el año pasado el 1º inventario municipal de árboles centenarios, y organizo rutas guiadas gratuitas. También estoy reproduciendo y repartiendo incluso en jardines botánicos como el de la Universidad de Valencia, nuestro endémico Thymus moroderi (cantueso alicantino). Sobre los eucaliptos, me interesa mucho su artículo, porque tengo entendido que cuando el desastre de las minas de Aznalcóllar, se plantaron para contribuir a la descontaminación del suelo, porque quizás podían absorber algunos minerales nocivos del suelo. Y en relación a las secuoyas, ahora tengo mucho interés en ver las que hay aquí en España, en la sierra de la Sagra. SALUDOS.

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